Hojeo la prensa escrita a la que soy asiduo (ABC, El País y los locales). Me da la impresión que desde hace unos meses los editores del suplemento negocios se han confabulado sin quererlo, criticando de forma directa o indirecta el modo de vida mediterráneo en general y las comidas de trabajo en particular. Comprendo que haya directivos que escriban en contra de ese momento de relaciones del día laboral, con argumentos más o menos válidos, dependiendo del enfoque organizacional donde se encuadre.
Recientemente, también escuchaba al Sr. Marín, Presidente del Congreso de los Diputados, expresar su disconformidad con las comidas de trabajo, aunque él introducía un matiz o comentario residual: “las largas sobremesas”. Bien, de acuerdo, salvo excepciones plenamente justificadas, coincido con el Sr. Marín en censurar esos excesos (café, copa y puro). Pero, amigas y amigos ¿qué es comer?: ¿sensaciones?, ¿percepciones?, ¿sentidos?, ¿emociones? ¿cubrir una necesidad fisiológica? ¿comer para vivir? ¿alimentarse? Pienso que es todo eso junto y ese TODO suma más que las Partes.
¿Estamos entrando en la edad de las emociones o seguimos anclados en la edad del frío? No confundamos el tocino con la velocidad. He llegado a leer que las “comidas de trabajo” es lo mismo que preguntar ¿cómo está tu familia? y otras rarezas y anomalías dialécticas que evito pronunciar en este foro.
Evidentemente, la persona que piensa que preguntar por la familia es un acto de relaciones innecesario es porque piensa que los que lo hacemos somos unos hipócritas o algo parecido ¿sí?; la persona que piensa que en las comidas de trabajo no se trabaja y supone un gasto innecesario para la empresa es porque piensa que los demás no trabajamos en una comida de trabajo ¿sí? Bueno, también podíamos pensar que el hipócrita es él y el vividor es él ¿sí?
Seamos positivos, en mi opinión ese pensamiento de esas personas es porque, en el fondo, todavía siguen ancladas en sistemas de organización del pasado, fríos, sin emociones, apoyados por la suerte o la cancerígena e inadecuadamente denominada tecnocracia o teocracia de turno, por mucho que se alardee de disponer de la última tecnología en videoblutoconferencia a través de web 2.0. injection (disculpad mi inglés de los Montes de Málaga).
Percibo que son del mismo club que aquéllos otros que piensan, por ejemplo, que el fenómeno blog es negativo para la empresa y para la sociedad (El fenómeno blog, en palabras de José Manuel Cerezo, es una conjunción de factores: una buena idea, fácil de usar, barata, casi sin coste y que permite que los usuarios participen, algo que hasta el momento estaba limitado a unos pocos).
Estimo que la comida de trabajo, cuando sea necesaria, debe servir para acercarte al cliente, proveedor, equipo de trabajo, etc. en una atmósfera informal, para conseguir una mejor sintonía, conocimiento y confianza, distensión tras la tensión, etc. La comida debe ser ligera y evitar las bebidas alcohólicas (o en todo caso, beber moderadamente); tampoco se debe prolongar demasiado (sin sobremesa).
Como en otras muchas situaciones en el trabajo, existen riesgos: que puedas hablar más de la cuenta (¿qué es hablar más de la cuenta en el rellano de la fotocopiadora con un mando intermedio o bloutojefecillo?), que puedas comer o beber más de la cuenta (¿qué es comer o beber más de la cuenta en el office de una empresa?), o que se alargue más de la cuenta el momento (sobran las palabras). Todo depende de la confianza en el colaborador o colaboradora y de su fidelidad e integración en el proyecto empresarial.
Criticamos con más o menos argumentación las comidas de trabajo, las reuniones, el horario, etc. Sí, es necesario ese tipo de debate en la sociedad (creo, primero, en la empresa), pero antes deberíamos debatir, atajar y superar otro tipo de situaciones; a título de ejemplo: economías de escala nacidas y alimentadas al abrigo de los favores del farsante de turno (egoista, manipulador, hipócrita, aprovechado o comediante), con zigzag microeconómicos (drásticas y muy camufladas reducciones de personal, producción soportada en una utilización excesiva y alegal de becarios, personal exiguamente retribuido, perenne chantaje emocional, etc.), imperceptibles a los ojos de la sociedad, que, a modo de movimiento continuo tipo acordeón, en verdad, ocultan verdaderos fiascos o fracasos en gestión empresarial (sirva lo que ha pasado en Marbella, de alerta y de ejemplo similar). Fuente de la imagen: sxc.hu.