Hace casi dos años, en el texto “Junto a Plaza de Gracia”, te dejaba una foto de un “señor pulpo” que acababan de cocer en el establecimiento “Rincón de Rodri”. Pues bien, arriba te dejo una instantánea del que estuve preparando para la cena de ayer. El caso es que tuve un viernes un tanto “aciago”, peleándonos con el software y el hardware de una entidad de rent a car (sí, de esas que comenté en “Un mundo en sí mismas”), mientras que un minuto sí y otro también se escuchaba no tan lejos el despegue y aterrizaje de aviones (la sede estaba al lado de uno de los principales aeropuertos de mi país). Por fin el equipo consiguió el objetivo administrativo, pero a base de tensión, estrés… Por lo que, a la caída de la tarde, después de ayudar torpemente a las tareas familiares, decidí darme un homenaje (egoísta que fui), preparando el plato del que abajo te dejo una foto, cocinado siguiendo las instrucciones que te apunté en “Asústalo tres veces”.
Un día antes se congela el pulpo y horas previas a cocinarlo se descongela. Asimismo, cuando se vaya a cocinar también hay que asustarlo tres veces, es decir, introducirlo en el agua hirviendo y sacarlo. Con el congelado y el asustado dicen que la carne se pone más tierna y la piel no se estropea tanto. Al tercer susto se deja definitivamente en el agua hirviendo (con el laurel, la pizca de pimienta y la sal) durante treinta minutos más o menos. Cuando transcurran quince minutos de cocción se le arriman las patatas como dice José Andrés, aunque a mí me gusta incorporarlas ya desgajadas. Finalmente, a la hora de emplatar (si se tiene madera, mejor), se espolvorea el pimentón, la sal y el aceite al gusto (lo acompañe con perejil -¡Ay! "Aquella brizna", y un poco de cebolleta de la aspiración a huerto que rodea el hogar; ver “El yo y el mini yo de la Allium cepa”). Parte de este texto también se ha editado en el "Sitio de Manuel", bajo el título “Señor Pulpo”. Fuente de las imágenes: elaboración propia.